jueves, 3 de julio de 2014

SUEÑOS ELÉCTRICOS | STEVE BARRON | 1984


 EL ORDENADOR QUE COMPONÍA CANCIONES DE AMOR


Resulta del todo incomprensible el inmerecido olvido del que es objeto una película tan encantadora y entrañable como “Sueños eléctricos”. Steve Barron, director cuyo mayor logro sería la exitosa adaptación cinematográfica de “Tortugas Ninja” (1990), debuta tras las cámaras con esta comedia romántica puramente ochentera, con unos atractivos toques de ciencia ficción y mucha, mucha buena música. La historia nos presentaba a Miles, un atractivo pero tímido arquitecto que se compra un avanzado ordenador personal con la intención de que le facilite el trabajo. Un accidente hace que la máquina adquiera consciencia propia, comenzando una amistad con su amo que se verá puesta a prueba con la llegada de una preciosa vecina nueva a la casa de arriba. Madeline, que toca el violonchelo en una orquesta sinfónica, ensaya todos los días en su salón y su música, filtrada por los conductos del aire acondicionado, encandila al ordenador. Éste responde componiendo preciosas piezas musicales que conquistan a la muchacha al oírlas… creyendo que su autor es Miles. Desde entonces se desencadena una divertida competición entre hombre y máquina para hacerse con el corazón de Madeline.


Protagonizada por el poco conocido Lenny von Dohlen –sin duda, el de Miles es el papel de su vida– y una Virginia Madsen especialmente guapa en sus comienzos, mucho antes de su nominación al Oscar por “Entre copas” (2004) de Alexander Payne, la cinta se gana fácilmente la complicidad del espectador gracias a la enorme química que ambos intérpretes logran en pantalla. “Sueños eléctricos” gustará especialmente a los amantes de la década de los 80, tanto por su estética repleta de influencias del videoclip como por su inolvidable banda sonora de Giorgio Moroder, que incluye canciones tan pegadizas como “Together in Electric Dreams” (Philip Oakey) o “Love is Love” (Culture Club). La película hace espectaculares versiones de piezas de música clásica a base de sintetizadores que acompañan a la perfección a una historia romántica a tres bandas (o a cuatro, si añadimos al “amigo” de Madeline, encarnado por el televisivo Maxwell Caulfield) que, a pesar de la dulzura de la mayor parte de su metraje, sorprende por el fuerte calado emocional de su tramo final, con un desenlace que deja un sabor agridulce. Es entonces cuando la máquina desvela su nombre –Edgar– y, cuan Roy Batty en “Blade Runner”, acepta cuál es su misión en la vida y da una verdadera lección de humanidad a Miles y Madeline. Moraleja: La mayor muestra de amor es saber retirarse a tiempo. En unos tiempos en donde “Her” (2013) de Spike Jonze se hace con el Oscar al mejor guión original con otro relato que demuestra que las máquinas también pueden llegar a entender lo que es el amor, junto a unos seres humanos solitarios y con serios problemas para relacionarse con los demás, vale la pena recordar que todo ya estaba inventado antes.



PUNTUACIÓN: 7

José Martín.

Estados Unidos. 1984. Título original: Electric Dreams. Director: Steve Barron. Guión: Rusty Lemorande. Fotografía: Alex Thomson. Música: Giorgio Moroder. Intérpretes: Lenny von Dohlen, Virginia Madsen, Maxwell Caulfield.


No hay comentarios:

Publicar un comentario